Departamento Ecuménico de investigación
Departamento Ecuménico de Investigaciones
Escuchar las experiencias de las mujeres no blancas implica reconocer y reflexionar sobre las diferentes opresiones que se encuentran entretejidas dentro de nuestros territorios y paisajes Centroamericanos en términos de raza, clase social, género y sexualidades, por ello para introducir el tema de la organización social de los cuidados deseo citar las palabras de una hermana migrante nicaraguense que trabaja en el supermercado de mi barrio pues se encuentran cargadas de sentido, contexto, reflexiones y prácticas, dicen así:
“Yo no tengo miedo de enfermarme si no de llevar el COVID-19 a mi casa y enfermar a otros” (María, 2020).
La frase anterior abre el portillo a la exploración del alcance del sistema de género en el capitalismo eurocentrado global y traza una línea de entendimiento sobre el contexto político, económico, social e histórico de la organización social de los cuidados presente en Costa Rica, asimismo este texto tiene el objetivo de hacer visible lo invisible, lo que se vive en los márgenes, las historias no contadas oficialmente tomando en cuenta mi lugar de enunciación.
Quiero señalar que escribo como una persona feminista, diversa sexualmente, jóven de una clase social dudosa por las experiencias en pandemia, centroamericana que participa de los movimientos sociales y vive en la provincia de Heredia en un espacio que oscila entre lo urbano y la ruralidad, además me dedico a la sociología, artes y educación popular.
En adelante debo mencionar que nos encontramos en una multi-crisis frente a un proceso de retroceso en materia de los Derechos Humanos y retrospectivamente, el llamado de los estados Latinoamericanos de quedarse en casa no es un acontecimiento novedoso para las mujeres dado que ha sido una demanda histórica de subordinación.
De hecho la alienación de las mujeres con el trabajo en el hogar se asocia al mito del progreso de la masculinidad colonial, división sexual del trabajo, roles de género y estereotipos que reproducen lógicas de vestimenta, sensaciones, recarga de cuidados, movimientos de los cuerpos, restricciones de género en la libertad de tránsito, regulación a partir del castigo y disciplinamiento sexista.
No obstante, el problema no es la casa sino las relaciones sociales que la habitan ya que es un territorio en disputa en donde el poder se inscribe sobre los cuerpos y se amplía a partir del dogma religioso,
la violencia machista y dependencia económica en razón de aquellas narrativas que interpretan la familia como un lugar privado, incuestionable e inadmisible en algunos debates políticos públicos que buscan la transformación social.
Al mismo tiempo, la reproducción de las desigualdades y exclusiones sociales magnifican el miedo y el dolor visceral que conllevan implícitos los procesos de sometimiento y experiencias de pobreza, violencia, racismo y discriminación, así resulta una rebeldía ante el sistema que docenas de mujeres salgan durante la pandemia a las calles siendo participes de los movimientos sociales feministas en su pluralidad.
Las mujeres encarnamos desde diferentes experiencias de clase social, raza y orientación sexual el rechazo de las estructuras y por ello la reflexión conjunta de la dimensión política de la vida cotidiana y las alianzas son fundamentales para apañar las crisis socioeconómicas y comenzar a cerrar la llaga abierta desde la corresponsabilidad de los cuidados.
Por tal razón, considero que es necesario exponer concretamente algunas situaciones que vivimos en los márgenes a continuación:
1. Las defensoras de los Derechos Humanos estamos experimentando experiencias de violencia.
2. Existe un desconocimiento sobre el uso de ciertas herramientas digitales y aparatos electrónicos.
3. Las mujeres se han convertido en profesoras en la casa debido al acompañamiento de educación virtual de los hijos e hijas.
4. La brecha digital nos brinda información de la ausencia de recursos mínimos para asumir gastos en el acceso a internet y saldo.
5. La violencia física, sexual, psicológica y patrimonial ha aumentado.
6. Existen intentos de desalojo de los pueblos originarios de sus territorios.
7. Y por último, nos estamos enfrentando a experiencias de violencia digital.
El párrafo anterior contextualiza a una Costa Rica donde el desempleo de las mujeres durante la pandemia alcanzó a un 30,4% frente a un 20% entre los hombres (INAMU, 2020), si bien ambas cifras son significativas, las mujeres continuamos atravesando grandes dificultades en la compra de alimentos, el pago de recibos de servicios básicos y alquiler del hogar.
Debido a esto la frase de María (2020) revolotea en mi casa durante algunas noches de insomnio mientras rebusco entre lo que considero como positivo y negativo con indignación y esperanza, así recuerdo los paisajes de mi barrio que exponen las injusticias sociales con casas vacías, propiedades en venta, cuerpos que se mueven con la finalidad de conservar la distancia, mascarillas colgadas en la barbilla, orejas, bolsillos o diferentes partes de la cara.
En tal sentido, propongo la pedagogía de los cuidados como una práctica liberadora y radical que consiste en posicionar la vida en el centro mientras se desplazan los mercados con nociones individualistas que tienen como objeto la acumulación del capital de unos pocos a partir de la subordinación, depredación y asesinato como características fundacionales del modelo de desarrollo social del sistema moderno/colonial.
Es necesario aseverar que esta pedagogía es un saber complejo de naturaleza comunitaria, justa, reparadora y democrática y tiene sus raíces en aquellos trabajos que han sido desarrollados mayormente por mujeres que consisten en gestar, criar, alimentar, escuchar, lavar, sanar, enseñar a caminar, atender, gestionar el presupuesto del hogar, educar, cocinar, consolar, dialogar, acompañar a personas enfermas y en la muerte, etc.
En fin, este paradigma transcultural tiene un lugar predominante en las perspectivas y experiencias de los feminismos Latinoamericanos que consideran los cuidados de la vida como prácticas insustituibles para la sobrevivencia de los animales humanos y no humanos y la naturaleza, en relación con este tema adjunto una imagen que ejemplifica cómo puede implementarse en el ámbito educativo:
I
Imagen 1: Petarrollo E. (2018).
En breve, la ilustración anterior posiciona como uno de los desafíos en el contexto de la pandemia la necesidad de aprender a cuidar con la finalidad de promover la interdependencia y justicia social, de hecho promueve la pedagogía como una opción ética, dialógica y estratégica que admite el conflicto y las diferencias para combatir las desigualdades sociales, experiencias de violencia y guerras.
En conclusión la preocupación de María (2020) de llevar el COVID-19 a la casa hace visible lo invisible, lo que se viven en los márgenes pues expone ciertas dinámicas complejas que precarizan la vida dentro del sistema de organización social patriarcal actual y la vez, sitúa otras posibilidades, caminos y mundos posibles.
Bibliografía:
· Instituto Nacional de las Mujeres. (2020). “Reunión abierta de realización de informe de la CEDAW”.
· Lugones M. (2008). “Colonialidad y género”. Tabula Rasa, Bogotá, Colombia. No. 9:73-101.
· Palacía I. (2018). “Pedagogía de los cuidados: Aportes para su construcción”. Agencia Vasca de Cooperación al Desarrollo y Diputación Foral de Bizkaia. Extraído el 30 de octubre de https://intered.org/pedagogiadeloscuidados/wp-content/uploads/2019/01/Marco-Teorico_Completo.pdf
· Petarrollo E. (2018). “La realidad escolar y Pedagogía de los cuidados: La realidad escolar nos interpela”. Bilbao. InteRed.
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